Pese a todas las obras habidas y por haber en la Plaza de los Luceros en los últimos años, los populistas dirigentes de nuestro Ayuntamiento y nuestra Diputación la siguieron convirtiendo en coto de su cortijo y con desprecio temerario la siguieron dinamitando con las bárbaras mascletás con la misma impunidad que han empleado para sus cosas.
Encima, hay por ahí algún que otro indocumentado al que se le llena la boca apelando a una tradición inexistente, porque a todos los que les quede un miligramo de memoria recordarán que la costumbre de socavar los cimientos de la plaza es un invento moderno, nacido, probablemente, de la imitación. Si en Valencia lo hacen, nosotros no íbamos a ser menos. Así que, supongo, estamos de acuerdo en que de tradición, nada, al igual que la incomprensible e intolerable prolongación de los tradicionales 3 días y medio de fiesta a los 8 actuales que ponen patas arriba una ciudad de manera injustificable. En cualquier caso, no todas las tradiciones son intrínsecamente buenas ni han de conservarse, y si no, que se lo pregunten, por ejemplo, a la cabra arrojada desde el campanario.
Según mi entender, se impone un recinto festivo en el que todos los festeros del mundo puedan dar rienda suelta a sus deseos de fiesta sin tener que imponérselo a todos los ciudadanos ni desbaratar la vida ni el normal funcionamiento urbano.
Hay demasiados papanatas por centímetro cuadradado, especialistas en aplicar la ley del embudo, su intransigencia, su intolerancia y el despotismo en sus actitudes.
Hace dos años, mandé una carta al diario Información, con la esperanza de que mi llamada a la sensatez fuese publicada. Los responsables del diario no debieron de considerar oportuna su publicación, no fuera que las rancias mentes de las comisiones fuesen a enojarse con ellos y los estamentos políticos les retirasen la publicidad institucional.
Conseguí hacerle llegar una copia de ese artículo de opinión a la actual alcaldesa que, dando muestras de su proverbial populismo, le hizo el mismo caso que le hace a otras cosas que no supongan un espaldarazo para su fachada.
Os dejo aquí el texto original, que debería de hacer reflexionar a más de uno y avergonzar a otros muchos.
¿MASCLETÁS EN ZONA URBANA?
Ahora que algunos responsables del asunto se están planteando el traslado de las mascletás de la Plaza de los Luceros a otra zona, me permito hacer un llamamiento a la reflexión y al sentido común, dirigido tanto a políticos con responsabilidad en el asunto, como a enfervorizados seguidores de esos eventos.
Lo primero que hay que aclarar a todo el mundo es que la Plaza de los Luceros es una zona urbana, y que como tal, en ella viven personas, que no son evacuadas de sus domicilios, para salvaguardar su seguridad, mientras estalla la mascletá, y dura la aglomeración incontrolable de gente, que se produce en la zona y alrededores.
¿Les parece una broma, una exageración? Pues quien así piense, que se conteste a sí mismo, y luego a los demás, una serie de preguntas. Por ejemplo: ¿Cuánto tardaría en evacuarse una urgencia vital ocurrida a las 14,03 h. en cualquiera de los domicilios de la Plaza, los días que van del 19 al 24 de junio? ¿Cuánto se tardaría en atender un infarto agudo de miocardio, una parada cardiorrespiratoria o una hemorragia grave, consecuente a un traumatismo craneoencefálico, tras una caída doméstica?
Antes de dar una respuesta a tontas y a locas, piensen que, en esos momentos, la Plaza es una orgía explosiva, y que los fans de dicho espectáculo se agolpan en las porterías de los edificios, impidiendo la entrada y salida de los mismos. ¿Sería posible evacuar en esas condiciones a un niño, que está sufriendo una convulsión?
¿Han tenido alguna vez en cuenta posibilidades como éstas? ¿Algún responsable político lo ha hecho? Una cosa es el populismo, y otra bien distinta la sensatez.
Como soy médico, voy a permitirme decirle a la alcaldesa de Alicante, que es mucho más rentable prevenir un problema, que afrontar su solución cuando se ha producido, especialmente en casos de riesgo absoluto, como la muerte.
Sus antecesores en el cargo, permitiendo las mascletás en una zona urbana, demostraron su temeridad, jugando a la ruleta rusa. Si usted lo continúa haciendo, será la única responsable de las consecuencias, que, tenga por seguro, un día nos estallarán a todos en las narices.
Aún no han podido derribar la fuente. A lo mejor, este año lo consiguen.
Buenos días, me han recomendado leer este artículo a través de Facebook. Ha merecido la pena, entrar en en este lugar colmado de sensatez. No estás solo, somos muchos alicantinos, que queremos a nuestra ciudad (a pesar de lo difícil que nos lo ponen) y estoy totalmente de acuerdo con cada palabra escrita. Es muy difícil escribir en el diario Información sobre algo que sea crítico con las Hogueras. Casi parecen más una fiesta llena de marcas y donde los políticos aprovechan para hacerse fotos y creer-pobrecitos-que vamos a olvidar nuestros problemas con alcohol, música y ¿tradición? Me gustan los monumentos, pero todo, en demasía, agota. Anoche, llegué temprano. Fue el único día que salí. Sobre las 4 de la madrugada mi corazón dio un vuelco. Tiraron no sé si petardos, no sé qué fue pero menos mal que estoy sana, sino no lo cuento. Me gustan las fiestas, soy fan de muchas de la provincia, y sobre todo de las que me monto yo. Y en ellas, no hay alcochol, ni comas etílicos, ni tan siquiera dejo sordos a mis vecinos. ¡Qué aburrida! ¿verdad? Un saludo y un placer leerte.
Me alegra comprobar que la sensatez no es un animal en peligro de extinción.
En uno de los post de este blog, ya dije que en este país, si a uno se le ocurre criticar algo del juego o de la estructura del Barça, enseguida se le etiqueta de madridista o viceversa.
Criticar aspectos de las Hogueras de San Juan o incluso su planteamiento global, no significa estar pidiendo su suspensión o su desaparición, sino simplemente su racionalización, porque la mayor irracionalización, que han cometido los patrocinadores del sarao, es la expansión del concepto «Fiesta por cojones». Al grito de «Enmiérdemoslo todo» ponen la ciudad patas arriba, haciéndole la vida imposible a un buen número de ciudadanos que debe soportar esa tiranía con una sonrisa en los labios, porque así se conoce Alicante, no por sus pintores, escritores o científicos, y además hay unos que dicen que la van a poner guapa, guapa, guapa.
¡Guapa, por los cojones! Lo único que quieren es seguir en el cortijo que se han construido a costa nuestra. Lo que pensemos los demás, les trae sin cuidado, porque se sienten impunes. No tienen ninguna responsabilidad. Así que, ¿para qué pensar en un recinto ferial, que no lesione la vida cotidiana de la ciudad ni la convierta en un reducto de consumidores compulsivos de alcohol?
En fin, menos callarnos…
No me gustan las hogueras por el trastorno nervioso que me provocan. Tner que soportar ruidos, tonterias, gente incívica y encima tener que trabajar en malas condiciones por su culpa me parece de gentecon pocas luces. Veo que la gente que defiende la fiesta, o no trabaja, vive de los papis, es estudiante o la/le mantienen por su cara bonita. Y los que aún teniendo trabajo empalman las fiestas con irse a trabajar me parece de irresponsables. Se imaginan a un cirujano operando a alguien y sin haber podido pegar ojo en varias noches. ¿Se podria en sus manos esa gente que defiende que hay que aguantrse por la fiesta o irse de lal ciudad? Cuanta estulticia y ganas de estar de fiesta dando por saco a los demás. Que seguramente hacemos cosas más provechosas que muchos de esos cantamañanas. De petardos, tracas y demás parafernalia, ni hablo.
El mayor de los problemas, desde mi punto de vista, es que cuando alguien levanta la voz en contra de algún aspecto de las muy intocables Hogueras de San Juan, por mucho que lo haga apelando a la sensatez y al sentido común, siempre recibe el rechazo e incluso el desprecio de los salvadores de las fiestas, especie de homúnculos, que se pasan el año disfrazados ya sea de moro, cristiano, huertano, foguerer o bellea, lo mismo da, y que emplean todos los medios a su alcance para imponer su criterio, haciendo el mayor ruido posible.
Sirva como reflexión que aquel que impone unas fiestas por cojones no le hace ningún favor a la libertad.
Buenos días, me han recomendado leer este artículo a través de Facebook. Ha merecido la pena, entrar en en este lugar colmado de sensatez. No estás solo, somos muchos alicantinos, que queremos a nuestra ciudad (a pesar de lo difícil que nos lo ponen) y estoy totalmente de acuerdo con cada palabra escrita. Es muy difícil escribir en el diario Información sobre algo que sea crítico con las Hogueras. Casi parecen más una fiesta llena de marcas y donde los políticos aprovechan para hacerse fotos y creer-pobrecitos-que vamos a olvidar nuestros problemas con alcohol, música y ¿tradición? Me gustan los monumentos, pero todo, en demasía, agota. Anoche, llegué temprano. Fue el único día que salí. Sobre las 4 de la madrugada mi corazón dio un vuelco. Tiraron no sé si petardos, no sé qué fue pero menos mal que estoy sana, sino no lo cuento. Me gustan las fiestas, soy fan de muchas de la provincia, y sobre todo de las que me monto yo. Y en ellas, no hay alcochol, ni comas etílicos, ni tan siquiera dejo sordos a mis vecinos. ¡Qué aburrida! ¿verdad? Un saludo y un placer leerte.
Me alegra comprobar que la sensatez no es un animal en peligro de extinción.
En uno de los post de este blog, ya dije que en este país, si a uno se le ocurre criticar algo del juego o de la estructura del Barça, enseguida se le etiqueta de madridista o viceversa.
Criticar aspectos de las Hogueras de San Juan o incluso su planteamiento global, no significa estar pidiendo su suspensión o su desaparición, sino simplemente su racionalización, porque la mayor irracionalización, que han cometido los patrocinadores del sarao, es la expansión del concepto «Fiesta por cojones». Al grito de «Enmiérdemoslo todo» ponen la ciudad patas arriba, haciéndole la vida imposible a un buen número de ciudadanos que debe soportar esa tiranía con una sonrisa en los labios, porque así se conoce Alicante, no por sus pintores, escritores o científicos, y además hay unos que dicen que la van a poner guapa, guapa, guapa.
¡Guapa, por los cojones! Lo único que quieren es seguir en el cortijo que se han construido a costa nuestra. Lo que pensemos los demás, les trae sin cuidado, porque se sienten impunes. No tienen ninguna responsabilidad. Así que, ¿para qué pensar en un recinto ferial, que no lesione la vida cotidiana de la ciudad ni la convierta en un reducto de consumidores compulsivos de alcohol?
En fin, menos callarnos…
No me gustan las hogueras por el trastorno nervioso que me provocan. Tner que soportar ruidos, tonterias, gente incívica y encima tener que trabajar en malas condiciones por su culpa me parece de gentecon pocas luces. Veo que la gente que defiende la fiesta, o no trabaja, vive de los papis, es estudiante o la/le mantienen por su cara bonita. Y los que aún teniendo trabajo empalman las fiestas con irse a trabajar me parece de irresponsables. Se imaginan a un cirujano operando a alguien y sin haber podido pegar ojo en varias noches. ¿Se podria en sus manos esa gente que defiende que hay que aguantrse por la fiesta o irse de lal ciudad? Cuanta estulticia y ganas de estar de fiesta dando por saco a los demás. Que seguramente hacemos cosas más provechosas que muchos de esos cantamañanas. De petardos, tracas y demás parafernalia, ni hablo.
El mayor de los problemas, desde mi punto de vista, es que cuando alguien levanta la voz en contra de algún aspecto de las muy intocables Hogueras de San Juan, por mucho que lo haga apelando a la sensatez y al sentido común, siempre recibe el rechazo e incluso el desprecio de los salvadores de las fiestas, especie de homúnculos, que se pasan el año disfrazados ya sea de moro, cristiano, huertano, foguerer o bellea, lo mismo da, y que emplean todos los medios a su alcance para imponer su criterio, haciendo el mayor ruido posible.
Sirva como reflexión que aquel que impone unas fiestas por cojones no le hace ningún favor a la libertad.