A primeros de octubre estuve en Lisboa.
Precisamente ahí, junto la cafetería A Brasileira, en la que hay una estatua en memoria de Fernando Pessoa, considerado uno de los más grandes poetas portugueses, se me acercó una mujer de unos treinta y tantos años que, aparentemente, ofrecía uno de sus poemas a cambio de la voluntad. Traté de que comprendiera que no podía apreciar su poesía porque no entendía portugés lo suficiente como para hacerlo. Le dije que sabía de lo que estaba hablando porque también escribía. Entonces, ella me recitó, traduciendo al español, el poema escrito en el papel que yo tenía entre mis manos. Lo hizo con mucho sentimiento, desprovisto de histrionismo, y con una voz cálida, apenas susurrada en el bullicio de alrededor.
Siempre he pensado que la poesía debe ser música. La vendedora de poemas hizo música esa tarde.
Cuando le di los cuatro euros que llevaba sueltos, se le iluminaron los ojos. Probablemente no esperaba tanta recompensa. Me dio otro poema y me dijo, más o menos que me lo ofrecía con la gratitud de una escritora portuguesa a un escritor español. Al despedirme de ella, me reveló con cierta amargura su secreto: «Los vendo para subsistir», me dijo.
Quiero empezar este apartado, referente a mis poemas, haciendo un pequeño homenaje a esa poetisa portuguesa superviviente y a todos los que , como ella, son capaces de ofrecer a cambio lo único que tienen.
No soy capaz de juzgar su calidad con conocimiento de causa, debido a mi desconocimiento de la gramática y la lengua de ese idioma, pero quiero que el primer poema, que pueda leerse en este blog, sea el de esta escritora callejera portuguesa, tal y como ella lo había escrito en uno de los dos folios que me dio.
Empecé a escribir poemas a los dieciséis años, peleándome con estrofas clásicas y rimas que, poco a poco, fui perfeccionando de manera académica, hasta el punto de tener la osadía de hacer una obra de teatro en verso, sobre las vías de santo Tomás, para un trabajo de Filosofía en sexto de Bachiller. Puedo decir que, después de haberlo tenido perdido un tiempo, recuperé ese texto, y no exagero al afirmar que había que tener narices… para escribirlo… y para leerlo, por mucho que me dieran un sobresaliente por él.
Afortunadamente, aquello no fue más que un comienzo…
Nunca he intentado publicar poesía, aunque, a lo largo de todos estos años, no he dejado de escribir poemas, pero lo cierto es que jamás lo he intentado. A lo mejor, algún día, quién sabe…
Hice cuatro recopilaciones de algunos de los poemas. La primera fue: «Un largo camino hacia ti»
Se trata de una recopilación casera de algunos poemas. Fue realizada en junio de 1987.
Cuatro muestras:
La siguiente recopilación fue «Rastro de amor y lluvia».
Tan casera como la anterior, sin duda, recogía una selección de poemas hasta 1994.
Cuatro muestras:
La tercera recopilación, por supuesto, también era casera. «Eternos y fugaces». Fue realizada en Abril del 2003.
Cinco muestras:
La cuarta recopilación, «Fuente de amor y vida», fue realizada, igualmente de forma casera, en 2008
Cinco muestras:
Como ya he dicho, quizá una día me embarque en la aventura de intentar publicar un libro de poemas.
De vez en cuando escribo cosas más desenfadadas, como por ejemplo este romance paródico, escrito porque siempre me había hecho mucha gracia que el conde Olinos fuese a dar a agua a su caballo a la orillita del mar. Creo que el autor debió de explicarse mejor para evitarse cosas como ésta:
El auténtico romance del Conde Olinos
Echo de menos dos sonetos, de 1991 y 1992, que aunque muy personales (ya sabes) a mi me llegan.
Creo que sé a qué sonetos te refieres. Simplemente, no formaban parte de las recopilaciones a las que hago mención. Eso no quita que, quizá algún día, vean la luz en esta página.
Hola. No sé si hoy estoy más sensible de lo habitual, pero has contando tan bien la historia de la poetisa vendedora, que se me han llenado los ojos de agua salada. Estas cosas te reconcilian con la vida. Que sí, que es muy perra, que ella no debería vender sus poemas por la calle, pero me resulta triste y hermoso. Seguiré leyéndote con calma que las prisas no son buenas.
Las prisas, efectivamente, no son buenas para nada, aunque la calma excesiva, tampoco.
A mí también me resultó conmovedora la historia de la poetisa callejera, que vendía sus poemas para subsistir, entre otras cosas porque era un planteamiento que jamás había pasado por mi cabeza, pero que, lejos de molestarme, me maravilló por su sencillez y su sinceridad.
Han pasado nueve meses desde entonces, y el recuerdo sigue siendo nítido. Además, mi pensamiento se mantiene intacto. No había otra forma mejor para empezar la página de poemas de mi blog, que rendirle un merecido homenaje a esta poetisa callejera. Espero más comentarios tuyos.
I want to thank you for your words. I regret not being able to converse with you. My English is very limited.