AVISO: NUEVA ENTREGA EN CANCIONES DEL SIGLO PASADO.

11.- LA STRADA (1954)

12.- JOHNNY B. GOODE (1955)

13.- ONLY YOU (1955)

14.- SIXTEEN TONS (1955) 

15.- TUTTI FRUTI (1955)

 

LA DOBLE MORAL

Bueno, en realidad, lo de doble se queda escaso. Hemos llegado a un punto en el que la moral se multiplica por el factor que la sociedad occidental considera conveniente en el momento oportuno. Así, se puede obtener el producto final, adecuado a las necesidades coyunturales y políticas. Nace, entonces, el concepto de moral múltiple, imprescindible en una sociedad convulsa, deshumanizada y manejada por las altas estructuras del poder, que siempre han tenido una relación estrecha con el dinero y han acabado convertidas en las auténticas beneficiarias de la situación.

Hace menos de dos meses, el New York Times publicó una serie de fotografías de Samuel Aranda en un reportaje titulado:

‘En España, austeridad y hambre’.

Viendo la sucesión de instantáneas del fotógrafo, sin negar la realidad que reflejan, a uno le queda la impresión de haber asistido a una operación periodística calculada, que alberga una estética tercermundista y que señala con el dedo a una sociedad condenada al caos, intentando soslayar la propia realidad.

Exportando las miserias fuera de sus fronteras y mostrándolas como ajenas, tal vez se pueda crear la falsa apariencia de la tranquilidad y la bonanza interior. Este llamamiento a la doble moral es un ejercicio habitual para mostrar la paja en el ojo ajeno y ocultar la viga en el propio.

La viga en el ojo de los Estados Unidos es suficiente como para albergar, según los últimos datos, a cuarenta y nueve millones de pobres, cifra nada desdeñable, por cierto.

Me he permitido hacer un fotomontaje, amenizado por “Dueling Banjos”, como una especie de contrapunto al reportaje del New York Times, no para negar que exista pobreza en España y que ésta vaya en aumento, sino para denunciar una doble moral muy extendida.

Cualquier tipo de sociedad occidental acostumbra a mirar con frecuencia a otro lado, cuando la cosa escuece en carnes propias.

De seguir así las cosas, los contenedores de basura cumplirán otra serie de funciones sociales, como pueden ser, convertirse en despensa comunitaria o, tal vez en grandes almacenes o en expresión violenta de ira desencadenada.

El empobrecimiento de la sociedad es una evidencia incontestable que, lejos de solucionarse, agranda cada vez más la brecha, aumentando su profundidad, generando una especie de abismo, al que ya han ido a parar incluso algunos de los que se creían más protegidos.

El aumento del sentimiento de desprotección, que sufren los ciudadanos, lleva camino de provocar una transformación social, en el que el vértice de la Gran Pirámide apunte hacia el miedo individual y colectivo.

Posiblemente, el letargo de los ciudadanos y su resistencia a abandonarlo esté cimentado en el miedo. Los profetas del caos han hecho muy bien su trabajo.

La doble moral predica que la pobreza es patrimonio de los países subdesarrollados o, como mucho, de los inmigrantes que la han trasladado desde sus países de origen. A nosotros no nos ocurren esas cosas. Nosotros sólo dejamos que los bancos, rescatados con el dinero que el estado, unilateralmente, nos ha obligado a apoquinar, desahucien a troche y moche, condenando a centenares de familias a la pobreza más absoluta, privándoles de su vida anterior, de su historia, de sus recuerdos y de su identidad, convirtiéndoles en sombras chinescas, que representan la tragedia en las paredes que les seguimos encalando a los poderosos).

A nosotros se nos quiere hacer creer que la denuncia de la pobreza y las desigualdades sociales es sólo un recurso cinematográfico.

Cuando yo era pequeño, Carpanta era un personaje creado por Escobar, cuyas aventuras aparecían  en “El Pulgarcito”. Vivía bajo un puente, igual que su amigo Protasio.

No le seguí la pista, pero lo más probable es que, con el paso de los años, acabase en un piso de protección oficial y que dejase de mendigar. Incluso, es posible que disfrute, hoy en día, de una pensión no contributiva. A lo mejor consiguió beneficiarse de las conquistas sociales que se vinieron sucediendo en España.

La gente desalojada de sus viviendas y los parados de larga duración, a los que poco a poco se les está privando de derechos fundamentales, tendrán que buscar los puentes que hace años abandonaran Carpanta y Protasio. Lo malo es que son demasiados inquilinos para tan pocos puentes.

Algunos políticos, convertidos en hechiceros de la tribu, agitan el miedo, como si sacudiesen un palo de lluvia. La inmundicia cae sobre nosotros.

Nuestro miedo es el bálsamo para los miserables, que se han empeñado en ponernos la bota en el cuello y no parar de apretar. Nuestro miedo es su auténtica riqueza.

El tiempo no pasa en balde y el silencio se convierte en ley. Cada palabra no pronunciada es una nueva vuelta de tuerca hacia la esclavitud.