El pasado día 13, el diario Información publicó una entrevista realizada por Pino Aberola al cirujano Pedro Cavadas, conocido como «doctor milagro».

Después de leerla con atención, uno no puede más que ratificarse en la creencia de que la formación universitaria, el prestigio y la cualificación y capacitación profesional no tienen por qué ser sinónimos de inteligencia ni de sentido común. Para muestra, el botón o, mejor dicho, los botones con los que nos obsequia este insigne personaje.

En la edición digital de la entrevista faltan las «perlas» más sustanciosas que nos regala su afán lenguaraz, así que si queréis disfrutarla entera, aquí la tenéis:

Entrevista a Pedro Cavadas

Ha sorprendido a medio mundo con sus trasplantes y al otro medio con sus manifestaciones.

Pertrechado en la egolatría de su torre de marfil, se permite el lujo de pontificar, colocando la etiqueta de vagos y maleantes a los trabajadores públicos con la desfachatez más absoluta.

La petulancia de su descalificación, a quienes han demostrado una dedicación mucho mayor que la suya a la medicina pública, nos ha permitido ver el verdadero rostro y la auténtica personalidad de este individuo, muy lejos de la fachada que quiere vender de «tío guay»  y altruista, que ha regalado su Porsche para ir en bicicleta y que tiene una Fundación «sin ánimo de lucro» (¿De qué nos sonara eso?) en Kenia.

Se conoce que los halagos profesionales recibidos (más que merecidamente, casi con toda probabilidad) y el crecimiento exponencial de sus endorfinas se le han subido a la cabeza. El producto de ambos factores ha dado como resultado un mesianismo de gurú de televidencia y unas propuestas ideológicas más que dudosas.

El desprecio y la prepotencia con los que ha arremetido, de manera injustificada, contra sus compañeros de la sanidad pública, habría de ser suficiente como para desencadenar la adecuada respuesta de las comisiones deontológicas de los Colegios de Médicos de toda España, que deberían actuar de oficio, demostrando que existen y sirven para algo.

Lo malo es que quien lea semejantes declaraciones puede considerarlas como sesudas reflexiones de un «experto», ya que el tipo es médico y  debería hablar con conocimiento de causa con respecto al sistema, ¿no? Puede que sea un experto en el microcosmos de su ombligo, pero su desconocimiento del trabajo en Atención Primaria es manifiesto y ofensivo.

La reflexión sobre el pago de la comida hospitalaria de los pacientes no tiene desperdicio:

«Me hace gracia que la gente se eche las manos a la cabeza porque un paciente pague por la comida. ¿Es que cuando está sano no come? Si estás sano, te pagas la comida, pero resulta que si estás enfermo te invitan… Eso no entra dentro del tratamiento…»

¡Ah, claro, coño! Lo que no tenga que ver con la medicina intervencionista, no tiene cabida. ¿Cómo no nos habíamos dado cuenta hasta ahora de que el componente social de la Medicina , sólo estaba reservado para las Fundaciones sin ánimo de lucro? Menos mal que su clarividencia nos ha sacado de nuestro error. Como según él, la dieta no forma parte del tratamiento, yo propongo que los pacientes se lleven la fiambrera de casa, así, a lo mejor, las empresas gestoras privadas, no obtendrían beneficios de la enfermedad a costa de las patatas fritas.

Con todo, su actitud resultaría patética de no ser porque el «oscarizado» cirujano se baña en las fuentes del ínclito doctor House (seguramente tendrá una foto suya dedicada en la mesilla de noche y un póster de tamaño natural en el quirófano) y se descuelga con una sentencia de tufillo carpetovetónico.

Más le habría valido, tener esta foto presente antes de dar rienda suelta a su verborrea, pretendidamente coloquial:

«No creo en las vocaciones. Lo que quieres de pequeño no se corresponde con la realidad. Dudo mucho que un niño entienda qué es ser médico. Te puede gustar llevar bata blanca o que creas que vas a ganar mucha pasta o que te tirarás a la enfermera…»

Las enfermeras han montado en cólera por la afirmación y sus connotaciones machistas, sexistas e incluso «acosadoras».

Y más que sugerirle silencio, como ocurre en esta foto clásica, claman exigiendo rectificaciones.

Las enfermeras exigen a Cavadas que rectifique por considerarlas concubinas
Las enfermeras declaran la guerra al doctor Cavadas

Sin embargo, si uno se fija bien, el objetivo de su bisturí afilado, una vez más, han sido sus compañeros, de los que, según él, un tercio se habrían embarcado en la aventura de la medicina por el uniforme: la bata blanca (que, no obstante, convendría recordarle no es patrimonio de la profesión sanitaria), otro tercio lo habría hecho por ganar pasta y tener un Porsche como él y el tercio restante por tener el cerebro en la punta de la polla. ¡Joder! ¡Menudo panorama! ¡En qué manos está la sanidad del país! No es de extrañar, pues, que Mariano I, el Reformador quiera desmantelarla y privatizarla.

Claro que siempre nos quedarán los cirujanos mediáticos, sin ánimo de lucro, para ponernos las peras al cuarto y los puntos sobre las íes.

El doctor Cavadas, al que no se puede considerar compañero de nadie, ha iniciado su ascensión a los cielos. creyendo que ha alcanzado el status  de Dios, cuando ni siquiera ha logrado llegar a la categoría de Víctor Frankestein.

Yo no creo que debamos exigirle rectificación alguna. Ya es mayorcito, dueño de sus actos y también lo debería de ser de su incontinencia verbal. No debemos rasgarnos las vestiduras. Bastante imbéciles seríamos si nos dejásemos cegar por sus fuegos de artificio.

Lo que pasa es que, si quiere mantener su posición privilegiada dentro de nuestro sistema de salud, tiene que envainársela. Algunos dicen que rectificar es de sabios, yo no:

Cavadas muestra «todo el respeto» a los «excelentes profesionales» del sector sanitario

A otro perro con ese hueso o,  si lo prefiere, a buenas horas, mangas verdes.

Dada la capacidad de mitificación de sí mismo y el aparataje mediático a su alrededor, lo más probable es que haya radicado su Fundación, sin ánimo de lucro, en Kenia, porque se crea el nuevo Tarzán,

aunque la sustancia de sus declaraciones se acercaría mucho más a la dialéctica de Chita.